Los besos

Leer el texto y responder:
“verdadero”, “falso” o “no se menciona”.

En algunos lugares del mundo se advierte la presencia de características únicas e irrepetibles. Puede tratarse de la arquitectura, el clima, la vegetación, el ritmo propio de una ciudad y demás.
En este caso eran los besos.
Había besos por todas partes. Los chicos de la escuela, las mujeres más jóvenes, los hombres de traje y corbata. Aparentemente todo el mundo se saludaba de esa manera. Eso llamó la atención de dos visitantes lejanos que llegaron a la ciudad. Tan pronto como desembarcaron en el aeropuerto, comentaron entre ellos esta costumbre. Vieron un maletero que saludaba a un compañero de trabajo con un beso en la mejilla y una palmadita en la otra. Más allá, dos familias estaban despidiéndose entre lagrimones y miles de besos. También varias señoras mayores celebraban sonoramente un encuentro.

Con el correr de los días, se dieron cuenta de que esto era algo realmente muy común en ese lugar. Hasta la guía de la excursión, una mujer muy simpática, quiso besarlos el día que pasó a buscarlos para un paseo. Ellos no supieron qué hacer. Porque para el que no es besador de nacimiento, cuando alguien avanza con el propósito de darle un beso en la mejilla, una incontrolable rigidéz se hace presente en todo el cuerpo.


(imagen: Creative Commons)

Un beso no es nada del otro mundo, sino una forma más de saludar. Luego de unos días, los viajeros se dieron cuenta de que esto era frecuente e inocente. Sin embargo, la gente no se besaba en todo momento y circunstancia. Por ejemplo, observaron que era común entre familiares, amigos, compañeros de estudio o de trabajo y otras personas más o menos conocidas o que recién se presentaban. En este último caso, tenían menos dudas cuando la persona era del mismo sexo, o de la misma edad. Algunos varones más jóvenes no tenían problemas en besarse pero muchos hombres mayores preferían un apretón de manos. Por otra parte de inmediato entendieron que no se saludaba a la gente que caminaba por la calle o cuando se entraba a un negocio. Tampoco era una obligación intercambiar besos con aquellos que son extraños. La elección quedaba muchas veces a criterio propio. Sí se dieron cuenta que un saludo con un beso en general nunca se rechazaba.¿De qué se trataba el beso en sí? Primero había que estirar un poco el cuello como una tortuga asomándose del caparazón. Luego, las mejillas se tocaban levemente y por último, se besaba solamente el aire. Aunque esto también era optativo porque a veces no se escuchaba ningún “chuic”, sólo se rozaban las caras con suavidad.

“Adonde fueras haz lo que vieras”, según un viejo dicho. Y en este caso fue así porque los viajeros se acostumbraron rápido a los besos y como la gente del lugar comenzaron a ofrecer naturalmente sus mejillas.